Bailar hasta que el cansancio se olvide: así era la electrónica en los noventa

Los noventa fueron una década en la que la electrónica, al menos en Colombia, empezó a escucharse a escondidas. No porque fuera prohibida, solo no había tantos sitios en las que se pudiera encontrar.

La gente asistía a afterparties (fiestas después de las fiestas) que se promocionaban con el voz a voz, pero era un tema que todavía rayaba en la clandestinidad. Esa era la moda, irse a un sitio, usualmente en el sur, y rematar la fiesta a eso de las 6:00 o 7:00 de la mañana.

John W. Gómez, dj radial y pionero de la electrónica en Medellín, recuerda que por esa época también se hacían fiestas pequeñas al aire libre. Eran reuniones gratuitas no muy grandes, “para probar que tanta fuerza tenía el tema de la electrónica”, cuenta.

Camilo Pava, empresario y ex locutor de la Superestación (88.9 FM), dice que en esa época los bares gay eran unos de los pocos espacios en los que se ponían tandas de electrónica y por eso a veces se metía “camuflado” para poder escuchar lo que llegaba de fuera.

Su fascinación por ese tipo de música se agudizó después de haber vivido un tiempo en Estados Unidos y en Francia, donde la electrónica se escuchaba en las discotecas como si fuese salsa o merengue en Colombia y los discjockeys (djs) creaban house, techno o dance. Embelesado por esas fiestas en las que el cuerpo se mecía a merced de las mezclas por horas, Pava escuchó que a les llamaban raves y eso le quedó sonando.

Crear su propio rave

Al locutor se le ocurrió crear su propia fiesta electrónica, pero para sacarla de las sombras debía organizarla con rigurosidad. No quería una experiencia de discoteca, se la imaginó en un hotel.

“Cuando llegamos a la Superestación empezamos a pensar cómo hacer un evento más grande con un montaje de fiesta internacional”, contó Gómez. Pava tenía en mente un concierto que durara 30 horas en el que la gente pudiera bailar ignorando el cansancio, porque igual no tendría que preocuparse por regresar esa noche a su casa.

“Nosotros tratamos de mostrar que algo que se hacía de manera clandestina se podía hacer oficialmente, como debería ser –cuenta él– porque la música no se puede parar”.

Después de alquilar las 147 habitaciones en el Hotel Las Lomas de Rionegro (actual hotel Movich), fueron regando la voz, con la emisora como difusora y funcionó. El 30 de septiembre de 2000 nació el Red Bull Rave, 4.500 personas asistieron aunque inicialmente esperaban 2000.

“A la gente en ese momento no le importaba que los djs fueran muy importantes y grandes, sino la fiesta”, añadió Pava. Después fue solo cuestión de tiempo y llegó el segundo, que tuvo lugar en Santa Fe de Antioquia. Para esa edición, en 2001, trajeron a Marco Piu.

La compañía de bebidas energizantes después pidió retirar su nombre, pero las fiestas de electrónica continuaron y se multiplicaron. Pava compartirá su experiencia este jueves en el Medellín Music Week en la Bodega Comfama este jueves a las 4:00 p.m. .

Fuente:El Colombiano

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