Santiago Cañón no es una promesa del chelo, él es un hecho

Santiago ha vivido 19 de sus 23 años interpretando el violonchelo. También ha vivido fuera del país, intermitentemente, desde los 12. Se graduó del colegio a los 14 y a los 18 ya había terminado sus estudios en Música en Nueva Zelanda.

Viaja de Alemania a Cartagena, a Croacia, a Bogotá y luego a Inglaterra. Es parte de su trabajo: tocar en diferentes escenarios con relativa frecuencia. De hecho, este sábado se presentará en el Teatro Metropolitano junto a la Filarmed. Le gusta la fotografía, usa chaquetas de cuero, tiene unos cuantos anillos en los dedos y una larga cabellera, quizá por eso algunos lo llaman rockstar, de la música clásica.

El bogotano es sencillo, tiene una disciplina que ha moldeado desde niño y si tiene algo claro es que, más allá de ensayar por un número determinado de horas, “uno tiene esa ética de que si va a tocar frente a dos o 300 personas, tiene que estar preparado. Creo que no hay peor sentimiento que salir a un escenario y no saber qué va a hacer”.

Crecer entre melodías

Entre tanta música que Santiago tiene guardada en su cabeza, recuerda que la primera noción de ese arte fue escuchar a sus papás estudiando. “Mi mamá en ese momento tocaba chelo y yo la escuchaba ensayar en la sala”.

Su papá trabaja en la Filarmónica de Bogotá y la casa es su lugar de estudio. Desde pequeño Santiago ha estado rodeado por ese ambiente, así que las canciones eran otro miembro más de la familia.

Pero no todo fue música clásica. Con su hermana, la violinista Natalia Cañón Valencia, se criaron entre destellos de colombiana y jazz. Hoy a él le gusta tocar la guitarra eléctrica, pero los escenarios se los deja exclusivamente al violonchelo.

Nunca sintió la necesidad de cambiar de instrumento ni tampoco forzado a seguir la tradición familiar. “Creo que en un comienzo pensé en que quería tocar el fagot, de pronto por cómo se veía”, pero su mamá le insistió en que era muy complejo encontrar un fagot para niños. El violonchelo se quedó.

Su mamá, Rocío, fue su primera gran maestra. Él recuerda que le tenía mucha paciencia y luego Santiago siguió su camino aprendiendo junto al maestro polaco Henryk Jan Zarzycki.

Su primer gran recital fue a los seis años, en 2002, cuando apenas llevaba año y medio tocando. Por increíble que suene, se presentó a esa edad como solista con la Filarmónica de Bogotá en aquella oportunidad y desde ahí todo despegó.

A sus 23 años muchos lo consideran “una promesa” para la música desde Colombia, pero más que eso, él ha cumplido con su instrumento y consigo mismo. Ganó el tercer lugar en la competición Queen Elisabeth en 2017. Sobrepasó pruebas como estar encerrado durante una semana sin comunicación para aprenderse una obra inédita que le entregaron los jurados y presentó sobre el escenario el Concierto de Violonchelo de Shostakovich, una de las obras que más disfruta y de las que más conoce.

Sigue estudiando, puliendo, sabe que ha alcanzado grandes cosas, pero que aún quiere seguir soñando. ¿Qué tal tocar con la Orquesta Filarmónica de Berlín? Todavía está joven para llegar lejos con su chelo.

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Fuente:El Colombiano

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