La biblioteca campesina de El Gallo

En la vereda El Gallo los niños no acuden a salas de computadores, ni a celulares o tabletas. En un mundo repleto de tecnología, los menores todavía consultan libros.

Consuelo Cendales es la creadora de este espacio cultural y lúdico para niños y adultos. Ella espera que su proyecto siga creciendo. Juan Carlos Escobar

Al aire libre, donde los únicos sonidos que se escuchan son los trinos de los pájaros y las ramas de los árboles que se mecen con el silbido del viento, entre las montañas del cañón del Combeima está enclavada la única biblioteca campesina que existe en la zona rural de Ibagué.

Este espacio lúdico y cultural fue ideado hace un año y medio por Consuelo Cendales, una líder comunal que llegó desde la capital del Tolima y se encariñó con la comunidad de El Gallo, ubicada a una hora de Ibagué en carro y adonde sólo va transporte público los fines de semana, dos veces al día.

“Estuve hablando con las juntas de acción comunal y me di cuenta de que lo único que les hace falta a los campesinos es deporte y cultura, porque el campesino tiene salud, tiene tierras, tiene muchas cosas, muchas riquezas”.

Por eso allí, frente a la escuela, compró un lote con una vieja casa y ahora sus paredes de guadua sirven de sostén a las cajas de madera o guacales (donde los campesinos empacan frutas) que hoy le sirven estantes a la particular biblioteca.

En medio de la naturaleza, niños y adultos tienen acceso a decenas de libros que le han sido donados y los que ella misma ha clasificado: enciclopedias y compendios de turismo, pintura, gastronomía, periódicos de la región, revistas de agricultura orgánica, poesía, cancioneros, salud y cuentos infantiles.

También tiene libros de permacultura, un tema al que le da especial importancia. Dice que es necesario que el campesino, sobre todo los menores de edad, se alejen de ese mundo tan sofisticado, donde la tecnología absorbe y donde cada vez se les da menos importancia a los recursos naturales.

El propósito de Consuelo Cendales, a quien le aterra que hoy en día los niños se saturen de tecnología desde muy corta edad, es llevarlos por la ruta del aprendizaje de la lectura, la escritura y la buena expresión, a través de los libros, que los abran, que los toquen, que los sientan y los recorran.

En El Gallo no hay horarios. “Me da alegría cuando llego y encuentro a algún campesino leyendo, y yo le digo que eso es excelente. Otras veces me doy cuenta de que se han llevado los libros para las casas, los leen y los regresan”, cuenta.

Camilo, de 10 años, es uno de los 150 infantes que visitan la biblioteca. Sentado sobre el pasto, explora un libro sobre la historia de Colombia. “Estoy aprendiendo”, señala el menor y agrega que le gustaría que hubiera cuentos infantiles y otros juegos.

El espacio es amplio, mientras unos se sientan en una piedra, a la sombra de un árbol o en un columpio que cuelga de un palo a leer, otros niños acomodan una mesa con sillitas de plástico para disfrutar de los juegos de ajedrez, parqués y dominó que también hay en el lugar.

Cada mes, Cendales convoca a organizaciones sociales y culturales que la apoyan con charlas, regalos, lúdicas, talleres de pintura, danza, música, manualidades y folclor.

A estos eventos también asisten juiciosamente los adultos que, además de participar activamente y con alegría, entretienen a los visitantes con relatos de apariciones de gallos de oro en lo profundo de la montaña.

Por todas estas cosas, la biblioteca es una entretención y una buena oportunidad para la comunidad, especialmente para los estudiantes que a duras penas reciben tres horas de clases en el día.

El anhelo de Consuelo es que su proyecto siga creciendo con el aporte de recursos humanos. Su sueño es que la que ahora es una pequeña biblioteca llegue a convertirse en una casa de la cultura campesina, donde haya una cabaña para cada manifestación cultural, como la música, la danza y la lúdica.

Por ahora se siente feliz al lado de la comunidad a la que le inculca que el mejor amigo del hombre no es el perro: “El mejor amigo del hombre es el libro”.

Por: Olga Lucía Garzón Roa.

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