Villatina: radiografía de un desastre en Medellín

 Este miércoles se cumplen 30 años de la tragedia que sepultó seis cuadras del barrio centro oriental de Medellín.

Era domingo de clásico antioqueño: Medellín contra Nacional. En la capital antioqueña destinaban esa tarde al fútbol, al descanso y a actividades dominicales, hasta que a las 2 de la tarde, en Villatina, un barrio de invasión de la Comuna 8, unos 25 mil metros cúbicos de tierra provenientes del cerro Pan de Azúcar enterraron aproximadamente 270 casas.

Septiembre de 1987 fue el octavo mes más lluvioso desde 1908. Las lluvias que empaparon por esos días a la ciudad movieron el suelo que se llevó consigo 562 víctimas que pudieron ser reconocidas y enterradas por sus familiares. Sin embargo, otras 200 siguen ahí, debajo de los vivos que rehabitaron -con un templete en honor a las víctimas y el Ecoparque Camposanto Villatina- el espacio de la tragedia.

 

Panorama de la tragedia / Archivo El Espectador

«Era un día soleado y de un momento a otro se escuchó un estruendo, como si se hubiese caído un avión en el Pan de Azúcar. En cuestión de segundos quedaron sepultadas más de 270 viviendas», narra Jaoquín Calle, víctima del desatre, quien perdió a sus padres, tres hermanos y a un sobrino. Él apenas tenía 13 años.

Familias enteras quedaron sumergidas en la tierra y luego del 2 de octubre de 1987, el cardenal Alfonso López Trujillo declaró camposanto la zona de desastre, no pudieron seguir con el reconocimiento.Colectivamente les dieron santa sepultura a las personas que no lograron desenterrar.

Archivo El Espectador

Muchos niños quedaron bajo los escombros, y los que quedaron vivos  crecieron sin sus familiares / El Espectador

Sin embargo, 27 años después «se recuperaron algunos cuerpos cuando íbamos haciendo el monumento (a las víctimas), cuando hicimos la capilla, el templete, sacábamos los cuerpos mientras íbamos trabajando. Ahora que eso es solo un ecoparque, ahí solo hay manga y árboles«, recuerda Calle.

 

Archivo El Espectador

Aunque las fuentes oficiales sostienen que la causa de la tragedia está sujeta a eventos naturales que lo explican los profesionales con la temporada de lluvias, también fueron factores fundamentales el estado de invasión con que fue construido el barrio y la cercanía que tenía con la ladera.  Su versión se contrasta con la de los habitantes que lo perdieron todo y que 30 años después siguen sin creer que haya sido.

«La historia cuenta que hubo dos versiones. Una (la oficial), señala que había algunas aguas estancadas en los terrenos aledaños al cerro Pan de Azúcar; y la otra versión, que había caletas de explosivos de grupos armados como el M-19. En 30 años que está cumpliendo años la tragedia, aún nuestras familias y todos los familiares que vivieron ese dolor, todavía no hemos sabido por qué se murieron las familias. Si había aguas estancadas, o si había polvorín de grupos armados. ¿Si había aguas estancadas en uno de los cerros aledaños, que afirman los geólogos, para dónde se esfumó esa agua?«, se cuestiona Calle, quien desde el momento de la tragedia se impuso la tarea de recuperar la memoria.

Creó la Corporación Camposanto y desde entonces trabaja porque en la ciudad no olviden el hecho y, más que nada, porque la memoria de esta tragedia no quede enterrada con los muertos. La entidad es la que se encarga de hacer las ceremonias litúrgicas anuales en honor a las víctimas y este año al cumplirse las 10 décadas del hecho, el encuentro será el día en que se declaró Villatina como camposanto. La Alcaldía, ni ninguna institución gubernamental, se ha manifestado para participar en el evento que remorará la tragedia.

«Lastimosamente no vivimos en otro país. Vimos cómo fue premiado el Alcalde de Medellín por el mundo entero, por ser solidario con la tragedia de Chapecoense, pero vemos que aquí, en nuestra propia ciudad, se hacen loquitos con lo que pasa», y a pesar de que los organismos del Estado no se manifiestan por un pasado que sepultó en un solo día a más de 500 personas y dejó a más de 2.000 damnificados, ellos insisten en que la reconstrucción de memoria histórica no solamente es la reconstrucción de las víctimas del conflicto armado.

Sepelio colectivo en el Coliseo Ivan de Bedout /Archivo El Espectador

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